Quiero invitarles a reflexionar sobre un tema sensible y profundo: la eutanasia. En particular, me gustaría hacerlo desde la perspectiva de la ética de las virtudes, un enfoque que nos permite ver más allá de las reglas estrictas o los mandatos morales universales y nos invita a considerar la calidad de vida, el sufrimiento y la dignidad desde una mirada compasiva y humana.
La ética de las virtudes, desarrollada desde los tiempos de Aristóteles, se centra en el carácter y las virtudes morales de las personas. Esta teoría nos insta a actuar de acuerdo con las virtudes que nos hacen mejores seres humanos, como la compasión, la empatía, la justicia y la prudencia. Estas virtudes no solo guían nuestras acciones, sino que también reflejan quiénes somos y quiénes aspiramos a ser.
En el contexto de la eutanasia, la ética de las virtudes nos impulsa a preguntarnos: ¿Qué significa realmente ser compasivo? ¿Cómo podemos mostrar una auténtica empatía hacia aquellos que sufren de manera insoportable, hacia aquellos que enfrentan una enfermedad terminal que les roba no solo la salud, sino también la dignidad y el sentido de sí mismos?
Desde este enfoque, apoyar la eutanasia puede verse como un acto de profunda compasión y respeto hacia la autonomía de la persona. Se trata de reconocer que, en ocasiones, el alivio del sufrimiento extremo y la posibilidad de elegir una muerte digna pueden ser coherentes con vivir una vida virtuosa. No se trata de promover la muerte, sino de honrar la vida de la manera más respetuosa posible, incluso en sus últimos momentos.
Consideremos el valor de la prudencia, que nos pide tomar decisiones sabias, reflexionadas y basadas en las circunstancias concretas. La ética de las virtudes no se enfoca en normas rígidas, sino en el juicio moral en situaciones específicas. En algunos casos, permitir que una persona termine su vida con dignidad, en lugar de prolongar un sufrimiento inútil, puede ser la opción más prudente y humana.
Y no olvidemos la virtud de la justicia, entendida no solo como equidad, sino también como respeto a los derechos y deseos individuales. Respetar la voluntad de una persona que, en pleno uso de sus facultades, decide que prefiere una muerte tranquila antes que una vida de sufrimiento insoportable, es un acto de justicia.
La ética de las virtudes nos invita, entonces, a ver la eutanasia no como un debate de blanco o negro, sino como una cuestión profundamente humana, donde la compasión, la empatía, la prudencia y la justicia nos guían hacia decisiones que respeten la dignidad de cada ser humano. A través de este enfoque, reconocemos que la vida es valiosa no solo por su duración, sino por la calidad con la que se vive, y que a veces, permitir el final de la vida puede ser el acto más virtuoso que podemos realizar.
Realizad por:Camilo Andrés Ramos Medina